Cabo de Gata... Sin frailes no hay paraíso


¡¡ATANGSIO, ATANGSIO... 
RELATO NO APTO PARA AMANTES DE LA VELOCIDAD, 
LOS CONTROLES, LAS PRISAS, LAS METAS...!!
No sé si referirme a la Canción del Pirata de Espronceda, al Barco llamado libertad de Perales o a aquello de ni dios ni amo de los anarkistas... O a todo a la vez. Nos preguntábamos quién leches ha organizado este viaje tan especial, único, peculiar, entrañable, inolvidable... Tan lleno de libertad y libre albedrío. Ciertamente hemos hecho lo que nos ha dado la gana, hemos ido por donde nos ha salido del churlinais, hemos parado donde nos lo ha pedido el cuerpo, nos hemos bañado donde nos ha apetecido, hemos charlado de lo que nos ha rotado, hemos... Hemos sido nosotros en pura esencia, sin dios ni amo.
Un estado que no se puede pretender eterno pero que hemos agarrado por el cuello los tres días y pico que ha durado... Estos modestos timelapses-vídeos podrían resumirlo en buena medida:


Jornada 1:
Presentaciones para comenzar, de izquierda a derecha: Jaime, Álvaro, Michel y Juanito.


Una vez superados los permisos oportunos, salimos un viernes por la tarde con la idea de llegar a Agua Amarga y empezar a andar-trotar hacia el sur. La intención era llegar a dormir a la Cala de San Pedro, aunque con la también intención de que si se hacía de noche o nos salía de los güevos parar antes o después, así sería.
Pero la idea de llegar a la ‘cala de los jipis’ nos seducía por varias razones, la principal, sin duda, era la existencia de la taberna de Jans (que realmente se llama Franco, aunque le pega más lo de Jans). Taberna abastecida de cerveza y otras sustancias reconfortantes que nos harían pasar la cena gola abajo con más alegría.

Allí llegamos ya oscurecido el día. Desde lo alto de la Punta Javana se intuían las luces más o menos intensas de la población de pacíficos piratas modernos de los que formaríamos parte hasta la siguiente salida del sol. Aunque no sin antes lavar nuestros sudores allá donde anclaban sus naves los sedientos marinos de otros tiempos. Que sepáis que la fuente de San Pedro es la única de agua natural en dos millones de kilómetros a la redonda, razón por la cual se construyó aquí un castillo para darle protección, y también razón por la cual hay un asentamiento descensado de librepensadores, librebebedores y librefumadores… Porque yo no soy tonto –como reza el eslogan- y no me voy a apalancar en secano territorio.

Al abrigo de una moderna sombrilla y de la esquina de la taberna de marras cenamos y cerveceamos. También disfrutamos de la música y de las historias de Jans hasta pasada la medianoche, momento de buscar emplazamiento de relax.

Surrealista, atípico, curioso y tremendamente divertido este gran momento San Pedro.

Mareamos la perdiz por la playa, entre los matorrales, en las inmediaciones de la fuente… Hasta decidir que una higuera nos salvaguardaría del viento dominante. Perfecto no, lo siguiente.


Jornada 2:
Encarados a unas palmeras, orientados al este pero con la Javana de por medio y las hojas de la higuera por techo, desentumecemos estos nuestros cuerpos, reorganizamos los macutos y arreamos hacia Las Negras.
Preciosa, sin duda, la senda que conduce hasta esta ‘oscura’ localidad, que decidimos abordar dejando a la izquierda el Cerro de las Agüillas, allá por donde se sienten los efluvios de la planta de purines. Sí, tiene su encanto.

Después de ver como unas guiris llevan una semana dando formas de culos a unas piedras (cada cual se entretiene como le place), nos avituallamos en uno de los baretos de la población. Fueron unas tostadas con tomate, colas, cafeses y claras de limón. Pagado el manjar reponemos previsoramente en el super aledaño al local, entre otras cosas vino tinto que trasvasamos a un pet de gran calidad y menor peso que el vídrio… Que nos perdonen los puretas de los caldos nasionales, peso y espacio mandan.

Cala del Cuervo y Castillo de San Ramón. Podría divagar hasta hartarme prodigando la excelsa belleza del paisaje, pero con el palabro ACOJONANTE creo que seré sobradamente entendido.

Y con ese ritmo de ‘a mi bola voy’ llegamos a una tremenda playa que los nativos del lugar convinieron en llamar en su día El Playazo. Curioso eso de la toponimia, a veces se estrujan los sesos, otras no.


Y tras esta maravilla, subi baja que te doy, llegamos a la menuda y pedregosa Cala del Bergantín. No la veo yo como para aparcar un navío de grandes dimensiones, pero su razón de ser tendrá el nombre. Aquí, debajo de un resalte rocoso y sentados entre bolos de grandes proporciones damos cuenta de las barras de pan, las latas de atún y los no peces capturados por el intendente jefe, aunque sí nos homenajeamos con un aperitivo a base de lapas y limón. El cuerpo nos pide una seudosiesta y no seremos nosotros quienes se la neguemos, es mediodía, el sol está alto y no hay que luchar contra los elementos.
Del bergantín sólo quedaba la boya... 

Pasado este trance decidimos afrontar el repecho de pendiente positiva hasta alcanzar el Cerro de los Lobos, a la friolera de 265 metros sobre el nivel del mar. La verdad es que no se hace pesado ninguno de los tramos, Juanito silba, Michel se mete con Álvaro (por lo de los no peces), Álvaro aplasta la vegetación autóctona con su 48 ó 49, el secretari le sigue la comba a Michel, Juanito cierra el grupo a un ritmo vertiginoso, Álvaro y el secretari reconocen el territorio antaño trazado, Michel alucina con el paisaje, como Juanito, Álvaro y el secretari…


Y así, como dijo aquel, camino se hace al andar, aparece una palmera solitaria testigo de los virulentos vendavales que han movido y dado forma a esas redondeadas piedras que conforman la Cala del Carnaje (lo de las guiris es ir contra natura, estas piedras también recuerdan suculentos culetes naturalmente esculpidos, sin prisa, a fuego lento…)


Y aquí fue concebido el timelapse anteriormente expuesto. Diosssssss, qué grande, qué chapuzón, qué relax, que ACOJONANTE.

Y seguimos caminito, ya cerca del punto de puestadegüevo de esta segunda jornada, por detrás del Cerro de Los Guardias, porque, digo yo, aquí habría guardias ¿no?. Pues lo que encontramos fue un trío de coleccionistas de minerales arrebatando a la madre tierra malaquita, hermosa piedra verde que uno de ellos nos enseñó a través de su lupa. Cosa tan pequeña y tan hermosa a la vez. Espectacular.

Pequeño desnivel positivo y en breve la vegetada Cala del Toro. Siempre me ha llamado la atención la espesura que precede a este rincón de Gata. Perdonamos el baño, si así nos lo pide el cuerpo no lo vamos a contradecir. Y una vez en la Isleta, lo volvemos a perdonar, el viento no nos invita a ello. Aunque sí a ducharnos en ese anhelado grifo de la playa. Porque para la cena de gala que nos espera hay que llegar limpios, bienolientes, nikelaos como si fuera la última…
Y así fue, encarados al sureste, con los preciosos Frailes (enlace subida Frailes) de fondo, a quienes, sin dudarlo, les cambiaría el nombre por el de Tetas (y a la serie de TV le pondría Frailes), corrieron las cervezas como preámbulo de unas fantásticas pizas (muy típico, a ver quién lo duda) que nos condujeron hasta la noche, hasta el cortijo que antaño nos dio merecido descanso a Hortensia, Álvaro y el que redacta.


Jornada 3:
No piojos, no frío, no lluvia… No fear joder. Yasí de frescos recibimos el día en el cochambroso cortijo.

Amanece. El tiempo, comentábamos, pasa de forma tranquila, como sin querer ir a otro ritmo que no sea el nuestro. Llevamos una eternidad atravesando este paraíso y nada nos advertir hora y día. Se rata de un largo momento precioso que se está grabando a fuego en nuestras almas…

Salimos del cortijo de La Istela admirando la caprichosa Playa del Arco. Admirando lo que el viento le ha hecho a la roca, con la colaboración inestimable del agua, claro. Es, irrefutablemente, un espectáculo único…

Otro castillo, el de San Felipe. Luego la Punta del Esparto y después la Playa de Piedra Galera, ya casi a la sombra de las Tetas, o lo que por aquí han convenido en llamar Frailes. Que si les hubieran llamado Tetas en su día los habría quemado en la hoguera, fijo. Pero no me digas tú que no lo parecen, además, son producto de las fuerzas volcánicas que han moldeado esta tierra. Y por otra parte, vas por este secarral, espartal soleado y tostador y ¿qué apetece más, un par de frailes o un par de tetas?. Cervezas siempre, aunque ante la primera dicotomía…

Tras estas moles rocosas, seductoras, embaucadoras se prolonga una pista que navega a poco más de un centenar de metros sobre la costa. Senditas que bajan en busca de calas, covachas de lava que fichamos para la próxima, formas indescriptibles que el calor interno de la tierra ha dejado para siempre… Hasta alcanzar otro magnífico rincón llamado Cala Higuera, lugar donde, sin pensarlo, dejamos colgar nuestras bacoras, nos beneficiamos de un baño y de una cerveza y media por barba. No sé por qué ostias  Juan, Michel ó Álvaro van y piden 6 cervezas ¡Joder, si somos 4 y nos gusta más que a un tonto una gorra a cuadros!. Bueno, en mi fuero interno y en estas circunstancias lo perdono todo… Pero no olvido.

Bordeamos el Cerro de En medio, que es como se llama a algo que está entre dos cosas, en este caso la Higuera y San José, y llegamos a una de las más populosas localidades de Cabo de Gata.

Cerveza, ensalada, cerdo, chipirones, cafetito y, con la pancha así de nutrida seguimos ruta hacia el sur. Sabiendo que se avecina una costereta y son las horas centrales del día. Pero estamos en las mismas, es lo que nos pide el cuerpo, salimos a golpe de bastón riéndonos de todo, no paramos de chistear, de meditar en voz alta de contar y contar… Y así se pasan las horas y hacemos camino, felices, ajenos al reloj. Y, también hay que decirlo, van unas nubes y tapan ese sol que, así en crudo, hubiera deshidratado hasta al más chulo. Perfecto.

Y ahí, ante nuestros ojos, llena de olas blancas, todas en fila, dando espumarajos a la orilla, la divina Playa de Los Genoveses…


Después de recorrerla como se recorre una preciosa espalda llega, en opinión del completo consejo de sabios, uno de los tramos más excitantes de la ruta. Corto pero intenso, variopinto y, quizás, compendio de todo este parque natural. Es el que se alarga hasta Cala Carbón, la que hay justo después de Mónsul, de las más conocidas y visitadas. Lo de las Calas del Barronal es indescriptible, hasta nos planteamos pasar la noche en una total cabaña robinsoncrusoniana que hay allí, pero es pronto y aún le podemos sacar más tajá a la tarde.

Sin dudarlo las aguas de Mónsul nos reciben con las olas sonrientes, ya más calmado el viento. Es domingo por la tarde y la parroquia empieza a desaparecer, apenas hay media docena de almas que antes de acabarnos el chato de vino empiezan a desparecer.


Planeamos mientras el complicado ascenso al Cerro de la Vela Blanca, 212 metros sobre nuestras cabezas por una senda y pista tan técnicas como las matemáticas del jardín de infancia. Al aproximarnos a la torre vigía un señor deblanco nos invita a pasar a ‘su casa’. Sí, la torre es privada, por eso está como está y no como la de San Pedro, por ejemplo, pero no entraré en las diferencias entre el amor que profesa lo privado y el de lo público. No recuerdo el nombre de este señor, sí que es un trotamundos alejado del ruido cuyo principal consejo es que hay que ir por la vida ligero de equipaje, menos mal que no le enseñé la sartén de medio kilo. Y también que el esparto se bebe, experiencia que me apunto y que pondré en práctica algún día. Aunque estó ya me lo imaginaba yo por los rastros de espartos rechupados que dejan los arruis.

Y después de ver este magnífico emplazamiento y sus alrededores, con el atardecer tocando a nuestras puertas, volvemos a las andadas. Descendemos hacia lo que será nuestra tercera noche, Cala Arena. A lo largo del descenso vamos viendo cómo varía el precioso aspecto del Arrecife del Dedo. No puedo evitar darle vueltas al hecho de que no voy a cenar con cerveza, a veces creo que sería un mal superviviente… Pero aquí jamás salen las cosas mal, la compañía, el paisaje y el ánimo es lo que tienen.

Cala Arena, lugar donde pasamos la primera noche de aquel noviembre del 2011… Aplanamos el terreno, en primera línea de costa. Esto no tiene precio (es el timelapse del segundo vídeo). Levantamos muros de roca (hay latente un sentido de la propiedad…) Y nos vamos a cenar a un rincón de la cala, donde podemos apoyar la espalda y estar más resguardados del fresco viento. Embutido, queso, pan, más atún, vino. Seguimos haciendo lo que nos da la gana, sin dios ni amo. Y empezamos a ver a lo lejos unos rayos, pero allá a lo lejos. El cielo está tapado, a ratos asoman algunas estrellas, no las suficientes como para montar una orgía galáctica con sus leyendas. Y en estas tesituras nos deslizamos en los sacos de dormir hasta que nos sobresaltan unas gotas de lluvia. Esta profundamente sumido en mis sueños, más libre en ellos si cabe que en la realidad de Cabo de Gata. En un principio me resisto a cambiar de tesitura pero la tropa empieza a movilizarse, a cambiar las capas de posición…

Más tarde, en algún que otro cambio de conciencia descubro que sería posible escuchar las historias de Michel con las estrellas frente a mí, en otras vuelve a caer algo de agua y me acurruco debajo de la capa…

Y jornada 4:
Amanece en Cala Arena. Sigue algo encapotado y no es un buenosdías de sol radiante, pero esto no es óbice para que lo que venga sea perfecto. Los planes están para alterarlos, siempre, o siempre que se puede.


Buscamos la planicie, la Almadraba, un bar para desayunar, y de camino descubrimos (nosotros) una suerte de piscina pegada al mar. Finalmente se trata de la toma de agua de las salinas, a la par que perfecto lugar para llevar a cabo el penúltimo baño del viaje. Mientras las olas zumban al otro lado del muro aquí dentro sólo faltan las burbujas y el mojito.

Sí, pelín surrealista de nuevo, después de desayunar y echar un rubicub de esos un taxi mercedes benz tope gama asientos de cuero beige nos retorna a Agua Amarga… Y ahora sí, antes de volver a casa, el último baño.
¿Quién coño ha organizado el viaje este?

P.D.: Hay un garito en... -leche, no me acuerdo- que hace unos bocatas inmensos, desproporcionados.


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Algunos datos técnicos sobre la ruta de la primera y segunda parte (distancias, desniveles, etapas, mapas...): CABO DE GATA, EL TRAIL.


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