Debió de ser una montaña muy especial...

Sí, debió de ser una montaña muy especial. En ella dejaron sus huellas, quizás antes de ser fusilados, unos cuantos prisioneros de guerra que pasaron allí algunos de sus peores días, quizás sus últimos días.
Y pasaron aquellos momentos, quizás los peores, dejando sobre las losas de caliza, sus últimos mensajes, sus nombres...


Mi abuelo no contaba mucho de la guerra, pero mi padre sí me relató que el abuelo, mi abuelo Ramón, estuvo en esta montaña cautivo antes de que le hicieran un hueco en la prisión de José Antonio. Después fue liberado y en el 40 nació mi padre, fruto de la alegría que le produjo la libertad. Y yo más tarde. Quizás por eso, por ese sutil hilo conductor, miro estas losas, leo estos nombres con cierto sentimiento, con una suerte de afinidad que hace que esta montaña también sea especial para mí.


Es el Castillo de Santa Bárbara, al que me gusta regresar de vez en cuando y acabar mi visita turística besando con la mirada estos nombres, hombres olvidados a quienes -quiero pensar- les gustaría que les hicieran algo de caso, justicia quizás... Un panel en el que se explicase que aquí hubo una guerra, unos ganadores y unos perdedores, ambos ahora pisoteados por los visitantes que, borrachos de paisaje, ignoran sus memorias...



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Y como siempre, muchas gracias a ALICANTE VIVO que me ayuda a comprender muchas cosas: ESTO TAMBIÉN OCURRIÓ EN EL CASTILLO SANTA BÁRBARA: "...Se contaba la historia de la fortaleza; pero sorprendentemente se detenía en el siglo XIX y se reanudaba en los años 60..."
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