¿Sabéis eso de que una rana metida en un perol de agua a
fuego lento va adaptándose a la temperatura in crescendo del líquido hasta que
este hierve y el bicho palma cocidito vivo?
Es decir, que va acostumbrándose al entorno cada vez menos
amable hasta que muere por la corrupción del mismo.
Pues bien, es posible que esté en un momento apocalíptico de
mi vida y miro a mi alrededor y veo cómo la cosa está cada vez más caliente. Al
menos tengo este momento de lucidez y veo claro que la estamos pifiando.
UN MOMENTO DE PATIO
Esto lo pensaba hace días, hoy es diferente, es posible que
esté amoldándome a las elevadas temperaturas de mi entorno. Todos lo estamos
haciendo.
Y el caso es que no tengo motivos para pensar en catástrofe
alguna. He tenido el honor, el privilegio, la suerte, la fortuna (o que la vida
y el curro me han llevado a esto) de hacer una preciosa travesía de más de 200
kilómetros entre Denia y Banyeres de Mariola para un trabajillo determinado.
En esta peregrinación he visitado lugares que ya conocía,
aunque siempre es un placer ahondar, y otros que he descubierto a golpe de
zapato y pupila.
En esto del monte los hay que se sienten libres y saltan y
sonríen y dan gracias a dios. Yo creo que es el doble mundo que tenemos. Unos
escapan de la olla y van al padel, otros al ‘x-ining’ y otros salimos al monte.
Pero todo está conectado y lo que hagamos con un mundo va a salpicar al otro.
Pero si ese rato, ese momento de patio, nos ayuda a sentirnos libres, a reirnos
y a saltar, pues bendito. Pero que la perola está cada vez más caliente,
¡escúchame, que sí!.
MONTGÓ ASEDIADO:
DENIA-GATA DE GORGOS
El primero de los tramos arranca con esta brutal estampa
vista desde el Montgó.
Es lo que hay en esa zona. Un entorno castigado por la
construcción desmesurada. En cierto modo lo comprendo. Es un excelente lugar
para vivir por su paisaje y su clima, entre otros factores. Ahí abajo empecé a
ver ranas adaptándose a la cazuela cada vez más caliente.
Pero no me puedo quedar con esto. El Montgó es historia,
patrimonio. Allí hay, entre otros tesoros, un lugar llamado la Cova de l’Aigua,
que representa la lucha del ser humano por controlar el agua. Ya los romanos
dejaron aquí su huella. Viene de largo.
Aunque asediado por el cemento el Montgó es una excelente
recomendación, además de por su patrimonio, por su vegetación, sus caras norte
y sur, tan distintas, tan bellas, por sus paredones y barrancos, por sus sendas
ariscas de lapiaz…
Y tuve la fortuna de patear este lugar un día nublado que me
dijo adiós con su gorro de colores.
BUSCANDO EL INTERIOR:
GATA DE GORGOS-PARCENT
Esta ruta es como que la rana quiere ir saliéndose de la
olla. Se va zafando, se agarra a los bordes y busca el horizonte. Al dejar Gata
ya da la sensación de que esto va a ser así. Sigo los rastros de los
comerciantes de pasas, creo que circulaban por aquí, y tarde o temprano llegué
a la Font de la Mata. Mata llaman al lentisco en muchos pueblos de la zona. Y
lentiscos hay muchos por aquí, pero como este, pocos…
Detrás de ese pocito vigila uno de los más brutales que he visto. Dicen que tiene más de 800 años y a saber la de historias que nos puede contar. No es la primera más que respetable planta que me encontraré en mi periplo.
Como he dicho, sigo los rastros de los mercaderes por sendas
trabajadas con piedra, antiguas, de las que te llevan donde te tienen que
llevar. De las que marcan los lindes de huertos, algunos ya ganados por el
monte, y son los más hermosos trayectos entre una y otra población.
Y esta, que alberga un pino con el tronco renegrido del último incendio, que seguramente se salvó gracias a la protección de esos muros, me conduce casi directamente hasta otro de los lugares más bonitos de esta Marina Alta tan controvertida. La senda, más adelante, está cortada por una carretera y continua aplastada por otra. Es ley de historia, los que vienen después acaban con lo que hicieron los de antes. Y, como decía, llego a ese precioso lugar que fue base de la economía de los pueblos de esta zona: La uva, el vino, la pasa…
La ruta me hace atravesar Llíber, Xaló, Alcalalí, Parcent.
En ocasiones por el interior de estas localidades, otras por sus contornos.
Siempre entre zonas de cultivo verdes y húmedas camino de la que será la
siguiente etapa de mi recorrido en la que comenzará la zona más accidentada del
viaje.
ROCA, CASTILLOS Y
BATALLAS: PARCENT-CASTELL DE CASTELLS
Casi es el momento de dejar atrás los cultivos amables, los
caminos llanos y la suave brisa del mar. Los vamos a cambiar por los
empinamientos de la cumbre, como decía Milanés. Cómo me gustó cambiar de
tercio. Arranco de Parcent y digo, poco a poco, adiós a los bancales amplios de
frutos generosos. Sendas empedradas como esta condujeron a los moros a sus
estrechas tierras de labranza, y también a sus reductos en aquellos momentos
difíciles de reconquista.
Caminos como este los hay por toda la provincia. Este es una buena muestra del trabajazo de aquellos antepasados por llevar sus economías de aquí para allá, de conocer a las mozas de las aldeas vecinas, de huir de sus perseguidores… Hoy conviene saber al recorrerlas todo aquello de lo que fueron testigos esas piedras.
Sendas como esta me llevan al Coll de Rates y al valle
vecino donde la Sierra de Ferrer me deja así de fascinado…
Camino apuntando a Castell de Castells por sendas similares. Las nubes gobiernan el cielo esta mañana dando más encanto si cabe al paseo. No veo más que rincones para explorar. Bosques de pino, barrancos y cantiles a los que algún día tendré que visitar. Recuerdo un día que caminando por una de estas sendas me llamó la atención una pieza redondita, del tamaño de la uña de mi dedo gordo (de la mano) que resultó ser un diner valenciano del siglo XVI. Joder, cómo me transporté…
¿A quién se le habría perdido? ¿Comerían sus hijos ese día? ¿A quién tenía que buscar para devolvérsela? La guardo en casa con la idea de hacer justicia en algún momento de mi existencia.
Y sigo recorriendo montañas excelentes. Muy, muy cargadas de
historia y recuerdos míos. Montañas rocosas, peladas muchas gracias al fuego
del cretino que acelera el proceso de destrucción de las ranas. Y en mi camino
atravieso bancales de oliveras recién preparadas para su vaciado. Y esa noche
ceno pan tostado con aceite y sal y vuelvo a recordar ese tramo de recorrido, y
a saborear el monte una vez más, y a desearlo con todas mis ganas. Y en el
fondo de otro valle encuentro Castell de Castells, con sus casitas apiñadas
como queriendo darse calor en estos inviernos prácticamente en vías de
extinción. Levanto la vista y me excito pensando en el siguiente tramo de mi
viaje. Allá, en lo alto de una magnífica peña, me esperan las almas de cientos
de desgraciados, o felices, que dejaron sus vidas vigilando, peleando, huyendo,
escondiéndose. Yo he sido feliz en esas peñas en las que otros antes dejaron
sus vidas.
NOCHES DE LUNA DÍAS
DE RESACA: CASTELL DE CASTELLS-CONFRIDES
Por estos lugares no hay lugar para el llaneo. He fichado
las empanadillas de guisantes de la pequeña panadería de Castell. Me han dado
fuerza para tirar y, sobretodo, un resabor en la gola que no cambiaría por
ningún engrudo de alto poder calórico. No tengo que besar a nadie, de momento.
De nuevo avanzo por sendas viejas y gloriosas en busca del
generoso collado que se abre al Valle de Guadalest, aunque giro a la derecha en
busca del Castellet. Algunas noches con amigos se han quedado allá arriba y en
nuestros corazones. Esto es así, a mí no me lo cuentan.
Además de mirar al suelo en busca de menudos tesoros hay
paisajes que son peores que la droga. Este es uno de ellos:
A mi juicio es uno de los recorridos más espectaculares de este largo y fatigoso viaje. Obligado por las circunstancias, forzado por el deber, atosigado por las pendientes y casi vencido por el peso de mi mochila, busco la senda que me tiene que introducir en esa canal. Empieza la travesía de la Serrella. No es un nombre muy sensual, como Marilyn, Sigourney o Guillermina, pero no es el nombre lo que me pone. Me refiero a su áspero pellejo, a su pelo aliagoso, a sus protuberancias laterales que te impiden mirar más allá de sus encantos. ¡Diooooooos, que se me va la chola!
Y al llegar a su collado final, a esa curva a la que todos
deseamos llegar para descansar abrazaditos a ella, me vuelvo a fascinar con el
impresionante tronco de una hiedra milenaria (por lo menos ¿no?, digo yo) que
lleva toda la vida creciendo pegada a las paredes de esta hermosa criatura.
Creo que la foto refleja claramente las dimensiones y grandiosidad de la
planta…
Tenía otra de estas fichada muy cerquita del Coll del Pouet,
en el Puig Camapana. Me fascinaba cada vez que pasaba junto a ella camino de la
Font de la Solsida. Y recuerdo cuánto lloré el día que la vi calcinada cuando
aquel fatal incendio causado por una vencida torre eléctrica. Creo que todo
recuerdo puede tener un yin y un yan. Cuando amas, odias tener que dejar de
amar. Sí, puedes volver a amar, pero entre amor y amor… ¡quién sabe!. Agárralo
por el cuello, sólo te digo eso.
Y como para amar es normal que haga falta un lugar, este
puede ser muy bueno. Debajo del Pla de la Casa está la gran roca culpable de
que este pico no sea más alto. Seguramente cayó y lo hizo para garantizar buen
abrigo a personas y animales. Es otro de los encantos del camino.
Me encantan los agujeros, las cuevas, y sobretodo las que
tienen algo que contar. Aquí hay muchas historias acontecidas durante la noche.
Yo tengo una. Pero sigo, que el día no dura siempre. Sólo resta atravesar el
Contador, que no es poco, y descender el Barranc del Monesillo, siempre fresco
y verde, hasta encarar la pista final que llega a Confrides.
AITANA, ESTE SI QUE
ES SENSUAL: CONFRIDES-SELLA
Seguro que hay alguna Aitana en tu vida. De cine, la vecina,
la novia de un colega. Para mí Aitana es la montaña. Y la abordo desde
Confrides por la Font de l’Arbre, como podía haberlo hecho desde la del Anouer,
o la de Partagás, o desde la Font del Pouet de l’Alemany. Después le dedico un
apartado a las fuentes.
La cara norte de Aitana es un vergelillo. Allí los días
fríos de invierno, nublados, ventosos y desapacibles son realmente
satisfactorios. Quizás digo esto porque sé que no es más que una salidita al
patio, después siempre volvemos a casa (feliz navidad, por cierto).
De este trozo de mundo traigo esta foto de un precioso tejo,
de los pocos y contados con las manos que nos quedan. Un árbol con toda su
carga de misterio y leyenda.
Magia, me río yo, que nos pasamos por el forro así de
toreramente… “Y dice la leyenda que aquel que ose a cortar una sola rama de uno
de estos tejos que conectan la tierra con los espíritus se las verá con el ogro
de…” ¡De los cojones!.
Ahora bien, no sé si vendrá el ogro o no, pero si lo hace va
a dejar que nos hirvamos vivos en la cazuela en la que nos hemos metido, ¡por
retrasados!. Ya está, sin más misterio.
Aitana, cariño, ya estoy contigo. Es lo que me pasa con esta
sierra, es un deseo de pura imaginación, es un frotar sin parar, es un
inalcanzable, una guinda de nata que jamás me comeré.
La cuerda de la sierra me conduce hasta Tagarina pasando por
las resquebrajadas Simas de Partagás, por el Pas de la Rabosa.
Es un filo en cuyo final se adivina el principio, el Montgó, y en cuya trayectoria asoma el atractivo pico de la Bernia. Bonito nombre para un amor que nunca tuve.
Esta etapa del viaje es de pendiente suave, algo arisca de
pisar hasta Tagarina y de cantar y pensar hasta el Alto de Sella. Dejo a un
lado la malograda Font del Pouet d’Alemany y en el camino sé que a mis pies
queda la Coveta d l’Aigua. En mi tránsito van y vienen rincones y momentos, que
al fin y al cabo es lo que nos queda.
Al poco de emprender el empinado descenso hacia Sella me doy
de morros con otro gigante de mi tierra. En esta ocasión con boina y bufanda,
como si tuviese frío la criatura, el Puig Campana se muestra así hoy.
Ni un solo día igual. Cuando no deslumbra por exceso del sol,
está colorao de vergüenza por el atardecer; si no lleva gorra, como ahora,
lleva bufanda; si no te enseña su espolón te enseña su pedrera; si no la
solana, la umbría. Es otra referencia, es una de ‘mis bellas montañas’.
Imposible sin ella, o sin él.
Y entre estas piedras llego a otro de los finales-principio
de etapa: Sella.
EL PUIG ANUNCIA ALGO:
SELLA-LA TORRE DE LES MAÇANES
El descenso hasta Sella es empinado y no todo lo amable que
quisiera uno. Aquel día, es uno de esos recuerdos que te vienen al volver a
pasar por algún lugar, bajábamos trotando de Aitana. Pasamos por Tagarina.
Encaramos la pista. Y a nuestra derecha salía el sol. Íbamos sin mirar al
suelo, el Alto de Sella es una pista amiga. Se cargaron las pilas después de
toda una noche de trabajo. Las energías necesarias para afrontar esa bajada
hasta el pueblo.
Dejo a un lado un valle entrañable. Lleno también de
experiencias. Pinto en mi cerebro las mil rutas que he recorrido en él, y
repaso las que me quedan por conocer, ¿tendré otra vida, otra posibilidad para
hacerlo?, ¿tendremos otra oportunidad antes de que hierva todo esto?, ¿triunfará
la sensatez?.
Despego de Sella por la Bassa de Batle. Un camino asfaltado,
luego de tierra y después una senda, de nuevo preparada antaño por los amantes
de los intercambios culturales de la época. Aparecen valles pequeños, quizás
sin nombre. Muchos parecen vírgenes. Me los apunto para explorarlos.
A veces me voy a redescubrir lugares y me callo como un
cabrón. Es decirlo, sacarlos en las redes, porque hoy si no te publicas no eres
ni haces ni sientes, y malvarlo para siempre. Lo contrario es preservarlo,
porque buena parte de los montañeros son de costumbres. Me contaron que hay un
tipo por ahí que ha subido más de doscientas veces al Puig Campana. Sin
comentarios.
Al cabo de unos pensamientos llego a Relleu, ese pueblo
doble de arraigo y casas para recaudar. Así, de lejos, le cuesta a uno separar
al viejo del nuevo. Y sólo cuando lo superas, dejando a un lado su ermita y su
deshecho castillo…
… encuentras una fascinante estampa de la villa, embellecida
al cubo por un Puig Campana de fondo que no es como el que me encontré pasos
atrás. Me viene a la cabeza la reflexión de la rana en el agua hirviendo.
Parece que él ya sabe lo que va a suceder y comienza a supurar ese fatídico
vapor, parece que lo anuncia
Joder, no quiero ser tan derrotista, de hecho no lo soy.
Todo lo contrario. Pero hay señales… Al salir de Relleu atravieso el río
Amadorio, verde, juncoso, húmedo, fresco… Y seco. Hay cuatro charcos de las
recientes –y escasas- lluvias. Mi cpu procesa rápido y me trae imágenes como
las de los pantanos de Guadalest y Amadorio, las numerosas fuentes secas que he
visto estos días.
-¡Va Jaime!...
-¡Tiene que llover, tiene que llover, tiene que llover…
Tiene que llover a cántaros!
Sí, cuando escuchamos por primera vez esta canción del poetaextremeño Pablo Guerrero yo era
un mequetrefe. Fue en 1972 y formó parte de aquel conjunto de canciones que
anunciaban un cambio. Necesitamos algo así ahora. Necesitamos que llueva, que
limpie, que refresque… ¡que llueva a cántaros, OSTIAS!
Y de los tejados, del campanario siempre por encima de las
vidas y de la estrechez de un pueblo mediterráneo, transito lejos y más alto
hasta llegar a uno de esos lugares reservados a los curiosos. Y al volver la
vista atrás (caminante no hay camino… Gracias maestro) vuelvo a encontrar al
guía de pescadores y montañeros al final de un paisaje que estará para siempre
en algún rincón de mi olimpo. Me siento hasta quedarme frío, a pesar de la
excitación que siento al mirar cada uno de esos pliegues, cada postura
sugerente, al ver cómo el movimiento de las nubes da más vida aún a todo esto…
Me tengo que levantar, ya estoy bastante entumecido. Hay que seguir hacia otro lugar, porque se hace camino a andar.
SOBRE EL COLOR Y EL
ABANDONO: LA TORRE DE LES MAÇANES-IBI
-Hijo: Papá ¿por qué muchos árboles son verdes y sólo hay
uno rojo?
-Padre: Hijo, porque en el contraste está la belleza. Porque
la diferencia es necesaria. Porque la convivencia es esencia.
-Padre: Hijo, ¿cuáles te gustan más?
-Hijo: Papá, todos. Porque sin los verdes los rojos no
serían tan bonitos.
Salgo de la Torre con el suelo escarchado. Estaba a cuatro
grados a primera hora. Avanzo y me voy metiendo poco a poco en la sierra. Esto
se quemó hace tiempo pero se está recuperando. Algunos árboles tienen cierta
altura, creo que los que sobrevivieron. Pero puedo mirar por encima del hombro
buena parte de este paisaje hasta que, con la elevación, empiezan a superarme
los pinos y las carrascas.
Como voy solo marco mi paso, procuro ser silencioso y abrir
bien todos mis sentidos. A veces me detienen las sensaciones, los impulsos de
los sentidos. Y muchas de esas veces es por algo. Un ave, una serpiente que se
esconde o, como en esta ocasión, una pequeña manada de cabras que me han
sentido antes que yo a ellas. Me detengo, las busco en el destino y las veo
trotar. Me agacho junto a una sombra y ellas se paran. El movimiento las
alerta. Esta forma de estar marca cada vez más mi acercamiento al entorno.
En mi recorrido por la cuerda de la montaña alcanzo otro
trozo de patrimonio, de historia. Es el Pou del Surdo.
En este caso se trata de una pieza exclusiva, recuperada, salvada del calor. Otras, otros pozos de nieve o neveros, se han ido adaptando a los cambios, a la llegada de la electricidad, a la carencia de nieve. Se han amoldado de tal forma que muchos forman ya parte del terreno. Han dado sus muros a la montaña. Entre sus piedras crecen pinos, tejos, fresnos. Se han entregado tanto que acabarán perdiendo su personalidad. Es una forma de dejarse como cualquier otra. Al final sólo serán una poesía escrita en un papel. Nada más.
También ha sucedido esto con muchas masías que fueron
importantes, centros de producción, de vida, de amor y odio… Hasta que
decayeron. Por alguna causa.
SOBRE LA IMPORTANCIA DEL AGUA: IBI-ALCOI
Para la rana es esencial, su vida. Y su muerte, si seguimos
el hilo conductor y su posible desenlace. Lo cierto es que, como para el
batracio, para el ser humano es con ella, o difícilmente, o no, si falta.
Salgo de Ibi y primero me encuentro el lavadero de los
enfermos, al que le llegaba el agua de segunda mano. Al menos contaban con un
espacio para su aseo. Más arriba, más cerca de los nacimientos, el de los
sanos. Una estructura preciosa que nos da una idea de la importancia del agua.
Entro en el Barranco de Los Molinos, más vida alrededor del
agua. De nuevo es un lugar fresco en el que, como en pocos, corre el agua y
crece el culantrillo. En los márgenes abunda la vegetación. En el silencio, se
escuchan los pájaros. Y con la paciencia, hasta se podría ver algún bicho
acercarse a beber. Pero paciencia y tiempo es lo que menos cultivamos. Tengo
que seguir mi camino, siguiendo el curso contrario al del agua que corre por
esta acequia excavada en la caliza para ser llevada camino de su máximo
provecho.
Hoy sí que está enganchado el tiempo en el Menejador. No me
permite ver mucho paisaje, aunque me lo conozco y donde pongo la vista aparecen
mosaicos de vegetación, ocres de cultivos entre bosquetes, roquedos allá a lo
lejos que canalizan otro curso de agua camino del mar.
Alcanzo el río Polop y patino por las paredes de los
Canalons. Ha dejado de llover pero acabo calado por el agua que permanece en la
vegetación a la altura de mis piernas. Voy mirando a todas partes. Y cuando
rozo e suelo me hago una ensalada con esta y esta otra hierba. Creo que sería
capaz de sobrevivir. Y cuando levanto la cabeza me choca la espléndida
estructura del Puente de las Siete Lunas…
Me anuncia una importante intrusión humana en el
territorio. Un impacto necesario para el
desarrollo de esta especie. Pero este puente es algo más. Hoy también forma
parte de la belleza del paisaje, hasta es un elemento más de la naturaleza del
lugar, seguramente porque no lo frecuentan los motores. Entro en Alcoi. Y salgo
por la puerta grande.
MUJER, TIENES NOMBRE
DE MONTAÑA: ALCOI-ALFAFARA
Atravieso el Barranc del Cinc camino de las entrañas de la
Sierra de Mariola. La felicidad de sentirme entre sus brazos me lleva contento
como un chiquillo camino de sus cumbres. Por donde solía correr el agua ahora
hay cuatro charcos de las últimas gotas. Tiene que llover.
Abandono el barranco y giro hacia la cuerda de la sierra y
en este andar encuentro una línea demasiado brusca como para ir acostumbrándome
a la catástrofe. Las huellas del incendio aparecen de golpe. Asoman los
esqueletos de los árboles sobre el horizonte y a sus pies la primera esperanza
de recuperación.
Será lenta. Y, según las estadísticas, Murphy y el grado de
retraso del ser humano en ocasiones, más rápida la nueva tragedia.
Pero a uno se le van pasando los males conforme sube y sube.
Debe de existir una clara relación entre la falta de oxígeno y la felicidad. No
sé, la emoción, el paisaje, el bocata de la cumbre, la compañía cuando toca.
Algo.
El Montcabrer nos ofrece lo mejor que tiene. Y nosotros lo
pregonamos a los siete vientos. Y medimos nuestro éxito en función de los ‘megusta’
que aparecen. Bueno, es bonito también, ¿no? Compartir esa falta de oxígeno.
Paso junto a la seca Font del Pouet, ¡qué triste mare meua!,
y busco la umbría de Mariola. Es un descenso atractivo, de ir hablando con uno
mismo de sus cosas. Otros buscan respuestas de la vida entre los muros de
viejas filosofías. Yo, particularmente, las encuentro en cada paso que doy. En
ese árbol, en esa mirada, en ese beso…
Aunque las respuestas las buscamos los unos y los otros en lugares de ensueño, o no. Cosas en común tenemos.
Y después de Agres llega Alfafara. Me quedo tonto mirando un precioso árbol de caquis que vive
en este pueblo camino de la costera con la que comienza la última etapa de mi
viaje. Confieso que en una de las anteriores etapas arranqué uno de estos
frutos y me lo comí, claro, para qué si no. Cuando veo frutos echados a perder
en el suelo pienso que el pecado no ha sido tanto como el de abandonarlos quien
se comprometió a cuidarlos.
EL VINALOPÓ, UN
EJEMPLO DE SENSATEZ: ALFAFARA-BANYERES DE MARIOLA
También he encontrado en Alfafara un sustituto de la barrita
energética en una panadería donde se lo curran bien. Arranco desde la Ermita
del Santísimo Cristo hacia el corazón de Mariola. En el camino de nuevo una
vieja senda empedrada, de esas que a saber lo que habrán visto. La ruta es
empinada de primeras, después más o menos llanea por la sierra entre preciosos
bosques de pinos y carrascas. Es un
Y a la altura de la Ermita de Santa Bárbara saludo a este
viejo chopo, apuntalado, mimado por las personas de bien que lo han convertido
en un monumento a la grandeza de estos seres. De todas formas, se me escapó la
foto, al otro lado hay un cartel que dice algo así como “por favor no trepes a
mis ramas, soy mayor y necesito cuidados”, siempre la perla a la ‘descerebrez’
de este homo sapiens. A su lado otra fuente seca.
El viaje va terminando. Ya cerquita del final me encuentro
con este divino panorama de casa señorial en medio de la pradera con caballo
pastando y Peña de la Blasca al fondo. Sé que no pasaré de la Blasca, ni la
besaré en este periplo, pero ella sabe que la amo, lo he hecho y me llevo esas
caricias allá donde se guarda uno lo mejor de su vida.
Es la casa del Congregat, vigilando sus viñas, la que me da
paso al siguiente rincón. No pongo foto, pero imaginaos un pequeño manantial
rodeado de vegetación limpia y de un verde vivo reconfortante. Un lugar donde
cantan los pájaros y se puede ver lo que hay en el fondo de sus aguas, de
claras que están. Incluso se puede beber de allí, y refrescarse. Pero hay que
ser extremadamente respetuoso, esto ha costado mucho de conservar, de
adecentar, de convertir en lo que todo tendría que ser. Me refiero a la Font de
la Coveta, lo que se conoce como el nacimiento del Vinalopó.
Y lo describo con sentimiento entrañable porque allí he
pasado noches y días disfrutando con amigos.
Hoy, este lugar es un paraíso, así como lo digo.
Cuando yo era jovencito y lo conocí por primera vez se
mantenía en pie a malas penas. Caminabas río abajo y a la altura de la Fábrica
de Blanes, a escoasos cientos de metros, aparecía un infierno de aguas sucias,
olores repugnantes, maltrato al medio… Aquel lugar era brutal, y a partir de
allí el Vinalopó estaba biológicamente muerto…
Ahora quedan las ruinas de aquella fábrica que arrojaba su
mierda al río. Se desmoronan minuto a minuto. Sí, es patrimonio que se pierde,
historia de la comarca, fuente de recursos para muchas almas del lugar. Para mí
aquello era el ácido sulfúrico que mataba la vida al instante. No lloro por
este patrimonio. Lo vi ser salvaje y despiadado y no merece mi atención.
Poco más adelante está Banyeres de Mariola. Aquí consideran
patrimonio, recursos, historia este tipo de construcciones. Lo que para unos
fue vida para otro fue letal. Hoy el panorama ha cambiado y podemos decir que
conviven felizmente patrimonio de uno y otro tipo.
FUENTES SECAS:
Antes de cerrar página quería dejar unas fotos de unas
cuantas fuentes que he encontrado por el camino. Fuentes que he visto secas por
primera vez y responsables de mis amargas reflexiones. Fuentes que me han hecho
consciente de que el cambio existe. No sé se si será pasajero o viene para
quedarse…
Font del Pouet d'Alemany, Aitana. |
Font de l'Arbre, Aitana. |
Font de la Cava Arquejada, Mariola |
Font del Pla, Mariola. |
Font del Pouet, Mariola. |
Font del Santuario de Agres, Mariola. |
Lavadero de l'Abdet. |
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Estos periplos fueron para prehomologar un gran sendero para la Diputación de Alicante que tenemos en esta página: SENDEROS DE LA PROVINCIA DE ALICANTE GR330... Y añadir que llovió, llovió mucho y bien, y fue maravilloso.
Ha sido un placer disfrutar de la lectura y asomarme a las imágenes...Gracias Jaime
ResponderEliminarBrutal Mestre
ResponderEliminarMe ha encantado este periplo por la terreta que tanto amo. Una pena lo de las fuentes, a ver si ayudan las lluvias de este finde. Un abrazo
ResponderEliminarEspectacualar articulo Jaime, un placer poder disfrutar de tu literatura. Grande. Saludos
ResponderEliminarUn placer leerte.
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